Fernando Rincón

RAMÓN ASTRAY, EN LA CASA DE GALICIA

Ramón Astray posee una fértil imaginación, una original mirada, que proyecta sobre la realidad cotidiana para devolverla transformada, más allá de sus constreñidos límites objetivos, potenciando su expresividad y fuerza evocadora.

Admirador del Románico y los artistas alemanes del período de entreguerras, esta concepción mental de la expresión artística tiene el correspondiente reflejo en su producción, que se aleja de la manifestación sensible del medio para adentrarse en los recovecos del alma y el espíritu que subyace en la materia. Introspección e indagación, un camino que hacer de la mano del pintor.

Partiendo del dibujo, da forma a personajes que semejan esculturas, que una vez quisieron ser monumentales esculturas de piedra cuya esencia quedó encerrada y reducida en las dos dimensiones del lienzo. Sensación reforzada por el cromatismo pétreo que huye de los colores intensos, reduciendo la realidad captada a un plano de cierta distancia.

Descompuestas las moles en campos casi geométricos donde las formas se desmaterializan, la luz desaparece como elemento de modelado para frenar la reconstrucción visual del espacio. Y si el resultado comienza a incomodar la pausada contemplación al echarnos encima las figuras, por momentos este efecto se potencia con una abigarrada composición donde se entremezclan y casi confunden personajes y motivos, esencia de la concentración expresiva, manifestación de la proyección interior inquirida.

Rostros como máscaras primitivas cuyas facciones perturban al visitante. Miradas vacías de ojos, que en su expresiva vacuidad traspasan y simultáneamente nos sumergen en sus interiores, interrogando a quien se somete a ellas. Lienzos frente a los cuales el ánimo cambia de estado y sentir, reflexionando en su superficie sobre temas con añejo sabor a tierra. La misma con la que da cuerpo a la superficie, apoyándose puntualmente en la materia para sugerir rugosos valores táctiles acordes con la esencia de la pintura.

La Casa de Galicia, fiel a sus artistas gallegos, comparte con los madrileños, a través de esta exposición, un poco de su espíritu gallego con un toque universal. Un viaje a través de las sugerencias que promueven en el alma del pintor la realidad y el imaginario colectivo de nuestra península.

FERNANDO RINCÓN.
EL PUNTO DE LAS ARTES 10 al 16 de febrero 2006.